Parnaso venezolano, Volúmenes5-8

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A. Bethencourt é hijos, 1888
 

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Página 89 - No armada del puñal de la venganza, Ni teñida la veste en sangre impura , Tal como la forjó vuestra locura O torpe iniquidad: Plácida cual la luz de la esperanza, Con la paz y el perdón sobre su frente, Blanda la faz, benigno el continente : ¡Tal es la Libertad! Hija de Dios, de su bondad esencia...
Página 84 - Dios que su misterio encierra. Y esa inefable paz que nos regala la inercia nocturnal de los sentidos; ese coro de mágicos sonidos que en la callada atmósfera resbala, son un don celestial, un don querido, que encontramos los hombres en la cuna para endulzar las horas sin fortuna que atosigan el pecho dolorido. Entonces en el cáliz de los lirios las almas de las vírgenes se mecen, y aspirando su aroma, se adormecen en celestes y púdicos delirios. Tal vez en sus ensueños vaporosos el recuerdo...
Página 81 - Tu voz cruza en las brisas, y en el perfume leve que brota a los columpios de la silvestre flor; tu sombra entre las aguas magnífica se mueve; tu sombra, que es tan sólo la inmensidad, Señor. Tú diste...
Página 95 - ¿Qué importa que tus . hijos, " terror de los. perversos, errantes y dispersos, mendiguen paz y hogar? ¿Qué importa, si la historia recogerá tu grito, y en bronce y en granito tu nombre ha de grabar? Laurel inmarcesible supiste concpiistar.
Página 86 - Ya que le falta para ser dichoso? Ver en su amor al ítalo Libre y feliz, y grande y poderoso! Y lo será.— Ya leo Del hondo porvenir en los arcanos; En solo un pueblo ante mis ojos veo Los numerosos pueblos italianos: Unido al de Parthénope El romano y lombardo y el de Etruria, Y el piamontés intrépido, Y el navegante audaz de la Liguria ! De...
Página 97 - Como los fuertes muros de la ciudad impía, caerá la tiranía, de tu trompeta al son; y entonces la justicia, que huyó de nuestro suelo, descenderá del cielo cual teucro paladión. Y aplaudirá la sombra del inmortal Simón. VIII Las leyes ultrajadas... envuelto en negro manto el libro sacrosanto, conquista del valor... ¡Y qué! ¿puede sin mengua la colombiana gente, rebaño vil, paciente, sufrir un Dictador? Cien negras cabelleras revuelve ya el furor. IX De tus valientes hijos la indómita...
Página 81 - Que brota á los columpios de la silvestre flor; Tu sombra entre las aguas magnífica se mueve; Tu sombra, que es tan sólo la inmensidad, SEÑOR! Tú diste...
Página 84 - Y sé que los quejidos que derrama la vieja ceiba al despedir sus hojas, el eco errante son de tus congojas que resbala fugaz de rama en rama. Y sé también que el pájaro salvaje, la fresca brisa, el ronco torbellino, cuando emprendes tu lóbrego camino, a su modo te rinden homenaje. Mas yo el arpa...
Página 83 - El mar, la fuente, el pájaro salvaje, La blanda brisa, el ronco torbellino, Cuando empiezas ¡oh noche! tu camino, A su modo te rinden homenaje. No es por guardar el sueño de la tierra, Que se apaga el bullicio entre la sombra; Es porque envuelto en su gigante alfombra, Desciende el Dios que su misterio encierra. Y esa inefable paz que nos regala La inercia nocturnal de los sentidos; Ese coro de mágicos sonidos Que en la. callada atmósfera resbala; Son un don celestial, un don querido.

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